¿Qué cuáles son esos dos problemas? Pues bien, el primero “la comida”, y el segundo “enseñar nuestro cuerpo”.
El verano invita a la calma, a la relajación y al cuidado de uno mismo. Pero también cambiamos nuestras rutinas y normalmente nos movemos de nuestro entorno habitual, y esto es algo temido (por miedo) para algunas personas o “temerario” (por lo que supone de inconsciencia), para otras.
¿Por qué?
Pues porque existe en general una preocupación exagerada por nuestro cuerpo, y como en esta época del año nos exponemos más físicamente, salen a relucir todo tipo de, -o, mejor dicho- gran parte de nuestros complejos.
¡Relajémonos y seamos capaces de aceptarnos como somos!
Además, otra de las causas de preocupación o temor en estas fechas es la relacionada con la comida, porque es en verano cuando muchas personas cambian más sus horarios y su entorno, haciendo que se sientan inseguras a la hora de organizar las comidas.
Tenemos mala conciencia si salimos más a comer fuera, hacemos comidas diferentes, picoteamos más entre horas (heladitos, cervecitas…), en fin, que tenemos la percepción de estar siempre expuestos a alimentos poco saludables.
Pues bien, una manera de mejorar este aspecto del verano, será tener una despensa llena de alimentos saludables, lo que nos permitirá no improvisar, ni tampoco saltarnos ninguna comida.
Pero eso sí, tenemos que ser flexibles, aprender a disfrutar de nuestras vacaciones a pesar de llevar un ritmo diferente, permitirnos salir de nuestras normas sin sentirnos culpables por ello y disfrutando de los alimentos, los amigos, la familia y, en definitiva, de nuestras vacaciones.
Al final veremos que no es tan difícil aprender a disfrutar de todo, pero sin excesos.
Mi recomendación es siempre regresar tras las vacaciones con el mismo peso que nos hemos ido.
¡No pretendáis hacer dieta en vacaciones!
Hay que disfrutarlas con moderación, pero sin remordimientos.
¡¡Y que tengáis muy buenas vacaciones!!
