En mi casa tenemos por costumbre comer pollo relleno el día de Navidad. Es toda una tradición, y nosotros siempre lo hacemos con un pollo de corral, que siempre es más gustoso y rollizo, pero la verdad es que se puede utilizar cualquier tipo de pollo.
Lo indispensable es que esté bien limpio, tanto por dentro como por fuera -tampoco hace falta bañarlo, pero sí chamuscarle bien las plumas y limpiarle bien los interiores- y lo rellenaremos a nuestro gusto, utilizando la receta típica que más nos guste.
En mi caso lo hago a la catalana/aragonesa, ya que es una receta de mi madre, que era aragonesa y una gran cocinera, que adaptaba las recetas a su gusto, con un poco de salchicha o carne de cerdo picada, ciruelas pasas, orejones, piñones, huevo duro y manzana. Y eso sí, que no falten unas buenas inyecciones de coñac (al pollo, no vayáis a pensar mal…).
Y luego lo metemos en el horno, más o menos unos 40 minutos por kilo de peso.
Y ya que estamos hablando del pollo, voy a aprovechar para comentaros más cosas sobre “el poder del pollo”:
Antiguamente se solía decir que un pollo en la olla era símbolo de prosperidad, pero en la actualidad ha pasado a ser símbolo de salud, ya que es rico en proteínas, hierro, niacina y cinc.
Es excelente para nuestro corazón, ya que tiene poca grasa y poco sodio, además de ser muy bueno para las personas que tienen altos los valores de colesterol y de tensión arterial.
Y debemos saber que el pollo tiene dos tipos de carne:
• Blanca: la pechuga, con menos grasa y, por tanto, menos calorías.
• Oscura: el resto del pollo, es un poco más calórica, pero sin exagerar, y tiene más cantidad de minerales.
Siempre es más recomendable no comerse la piel del pollo, porque contiene la grasa. Pero debemos quitársela después de cocinarlo, ya que de esta forma se nos mantiene siempre más jugoso
Si os decidís esta Navidad por el pollo, ¡Feliz Pollo de Navidad!