Este tema surgió ayer a media tarde, mientras hacía un receso entre paciente y paciente.
Salí al office a tomar un café, y una compañera me ofreció una buenísima y hermosísima rosquilla de cuaresma. Y me comentó: “Mi abuela es de La Mancha, y para la Cuaresma se reúnen todas mis tías y mi madre con ella para hacer las típicas rosquillas”.
Tengo que decir que estaba deliciosa, pero también que era de buen tamaño. Yo diría que era una “Señora Rosquilla”!
Luego me enseñó el video que, divertidas, habían grabado mientras cocinaban…. Y ahí fue cuando me surgió la idea de poner una alerta en mi blog.
Atención: deberíamos tener todos presente que la Cuaresma y la Semana Santa fueron tradicionalmente épocas de ayuno y abstinencia, y actualmente lo que hacemos es añadir a nuestras comidas cotidianas todos esos caprichos, dulces o no, que nos marca la tradición: buñuelos, rosquillas, torrijas (con su azúcar y su miel), potajes de Cuaresma y, como colofón, un buen trozo de la “Mona” de Pascua que devoramos felizmente como “penitencia” de Semana Santa.
Os hago esta reflexión porque a mí, particularmente, me gustan mucho las tradiciones, las cocinitas en familia y las comidas familiares, pero siempre con moderación, hay que ser consciente de lo que se come.
Recordad: tomarnos una rosquilla o bien dos o tres buñuelos un viernes, con un café, no es insano ni deberíamos considerarlo un exceso, siempre y cuando sea algo esporádico. Pero dudo mucho que, visto lo visto en el video, sean capaces de tomarse sólo una rosquilla de vez en cuando.
Concienciémonos: son extras y hay que tomarlos como tales, que si no luego nos va a costar mucho volver a ponernos donde nunca deberíamos haber dejado de estar (y con esto, me refiero a nuestro peso)