¿Os habéis preguntado alguna vez por qué necesitamos comer?
¡Para poder vivir! Y es que sin comer, no somos capaces de mantener la vida.
La fuente primordial de la vida proviene de la energía del sol. El reino animal no es capaz de captar directamente esa energía. De hecho, si pudiéramos captarla, no necesitaríamos comer. Esta función nos la hacen las plantas, que empaquetan esa energía solar y la transforman en un formato químico que el reino animal sí es capaz de “utilizar”. De ahí que la fuente principal de nuestra alimentación sea el reino vegetal, más cercano a la fuente original (cereales, legumbres, verduras, frutas, algas, semillas, frutos secos, etc.).
Por eso, cada vez hago más hincapié en la importancia de tomar alimentos lo más naturales posible, es decir, la versión más cercana a cómo ese alimento es y cómo crece. Y, además, cocinarlos en casa. Es una de las decisiones más beneficiosas que puedes tomar por tu salud. La adición que hace la industria de conservantes, aditivos, hormonas, antibióticos, grasas de mala calidad, sal en exceso, etc., desnaturaliza y desvitaliza tanto el alimento de origen, que no nos ha de sorprender el estar sobrealimentados y, paradójicamente, desnutridos.
Otra de las cosas que debemos tener siempre en cuenta, son los ciclos naturales: no todos los alimentos crecen en la misma época del año, y nuestras necesidades nutricionales y energéticas cambian a medida que el clima cambia. Por eso, debemos comer de temporada, caliente cuando hace frío y fresco cuando hace calor, hidratarnos cuando hay sequedad y viceversa.
Por último, no debemos de dejar de sorprendernos con el efecto que los alimentos provocan en nuestra salud (como prevención y tratamiento), y no sólo en nuestro cuerpo físico, sino también en nuestros estados emocionales, y en nuestra tranquilidad mental.
Con todo esto te animo a que lo experimentes con tu propia alimentación, porque “comer sano sí es posible“.
