Un elevado consumo de azúcar se asocia a multitud de problemas de salud, como la obesidad o la diabetes, así como a factores de riesgo cardiovascular o al síndrome metabólico.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) establece que el consumo de azúcar libre o añadido no debe sobrepasar el 10 % de la ingesta energética diaria, lo que, en una dieta estándar de 2.000 kcal, representaría unos 25 gramos. Aun así, el consumo recomendado para obtener beneficios adicionales para la salud supondría no consumir más de 12,5 gramos al día.
En España, según el estudio Anibes, la ingesta media total de azúcar es de 76,3 gr/día, de los cuales 33,9 gramos son azúcares añadidos.
Uno de los puntos clave es concienciar sobre su consumo. El azúcar está oculto en refrescos, zumos industriales, productos de pastelería, así como en lácteos procesados y derivados como helados, cereales, galletas o mermeladas; productos que consumimos de forma habitual y nos hacen excedernos en su consumo sin saberlo.
¿Cuál sería la solución? La “comida real”. En el pasado, nuestros abuelos gozaban de una buena salud porque solo tenían y consumían alimentos de temporada, según la estación. El consumo de azúcar añadido era una excepción.
Por ello, los expertos insistimos en la importancia de recuperar la gastronomía mediterránea basada en frutas, verduras, cereales integrales, pescado, legumbres, frutos secos o aceite de oliva, muy beneficiosos para nuestra salud.
¿Cuáles son los tipos de azúcares?
• Intrínsecos: Están presentes en los alimentos frescos y sin procesar. Son los azúcares presentes en las frutas de forma natural y la lactosa de los lácteos.
• Añadidos: son azúcares agregados a los alimentos durante su preparación. Son azúcares que se obtienen de los alimentos y se concentran, de modo que se convierten en el ingrediente principal de los alimentos ultraprocesados
• Libres: incluyen los agregados por el fabricante, el cocinero o el consumidor, así como los naturalmente presentes en las frutas y las verduras cuando se procesan en zumos y purés.
¿Cómo interpretar las etiquetas?
• Debemos evitar quedarnos solo con la información de la parte frontal del producto. No debemos guiarnos por las etiquetas “light”, “Zero”, “0 %”, “ecológico”, “integral” o “natural”, ya que no hacen referencia al procesamiento del producto. Puede ser “natural” aunque esté cargado de azúcar, o ser “sin azúcar” pero estar lleno de aceites.
• Debemos dar la vuelta al producto para encontrar la lista de ingredientes y la tabla de valores nutricionales. Si lleva más de cinco ingredientes y, entre ellos, están los azúcares añadidos, los aceites vegetales y harinas refinadas, aditivos y sal, se trata de un producto ultraprocesado.