Las frutas, verduras y hortalizas crudas, sin cocinar, son muy importantes en nuestra alimentación. Algunas vitaminas y antioxidantes se pierden parcialmente con la cocción, por lo que comer crudos una parte de los alimentos que tomamos en nuestro día a día nos asegura un buen contenido de estos nutrientes.
A partir de los 6 meses, los bebés pueden empezar a tomar frutas crudas, bien lavadas y cortadas en porciones pequeñas, ralladas o bien formando parte de una papilla o un batido. También pueden comer tomate y aguacate, dos frutas que suelen comerse junto con hortalizas.
A los 8-9 meses pueden empezar a probar pequeñas cantidades de hojas de ensalada, pepino, col lombarda rallada, calabacín rallado, cebolla, etc. Y, a medida que crecen, debemos aumentar la cantidad de alimentos crudos en su dieta. Dos piezas de fruta fresca más una pequeña ensalada debería ser el mínimo que niños ya mayores, y también adultos, deberíamos tomar a diario.
Y no pasa nada, las personas a las que no les gusten las hortalizas crudas pueden sustituirlas por más fruta.
Además, deberemos controlar la textura, ya que la zanahoria o el apio, al ser demasiado duras para los niños menores de 3 años, se recomendará que sean siempre cocidas. Otro punto a tener siempre en cuenta es la higiene, ya que al cocinar los alimentos eliminamos bacterias. No lavar bien las hortalizas y las frutas puede ser perjudicial para nuestra salud.
Una recomendación en particular: los menores de un año deben evitar comer grandes cantidades de espinacas, acelgas u otras hojas verdes (crudas o cocidas) por su alto contenido en nitratos. Lo que sí pueden hacer es probar una hoja o dos que formen parte de una ensalada.
Ojo!!! Algunas de las verduras que no se deben comer nunca crudas son: las patatas, las berenjenas, las coles de Bruselas, las alcachofas y los espárragos. Y, por supuesto, los huevos y la leche nunca se deben tomar sin cocinar, pues el peligro de adquirir una infección bacteriana grave es muy alto.
